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Henri Michaux
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La pintura de Michaux nos estremece por su veracidad: es un testimonio que revela la realidad de todos los realismos. Lo que ha llamado, a falta de palabra mejor, su exactitud, es una cualidad que aparece en todos los grandes visionarios. Más que un atributo estético es una condición moral: se requiere valor, integridad, pureza para ver de frente nuestros monstruos… Para Michaux ha sido un viaje al interior de sí mismo, un descenso espiritual. Una prueba, una pasión.
En un pedazo de papel sobre su mesa, a la luz de la lámpara, vió un rostro, muchos rostros, la soledad de la criatura en espacios amenzantes. (extracto del libro: In/mediaciones. Octavio Paz
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